Era una noche de verano en Mallorca, y el campus de baloncesto de Rudy Fernández estaba en pleno apogeo. Los niños, emocionados por pasar tiempo con uno de sus ídolos del baloncesto, disfrutaban de cada momento. El campus ofrecía entrenamientos intensivos, actividades divertidas y, aquella noche en particular, una velada nocturna llena de juegos y sorpresas.
El evento nocturno comenzó con una búsqueda del tesoro. Los entrenadores y monitores dividieron a los niños en grupos y les entregaron mapas con pistas para encontrar pequeños tesoros escondidos por todo el campus. Los niños, armados con linternas y una gran dosis de entusiasmo, se dispersaron rápidamente.
Mientras la noche avanzaba, un par de monitores notaron que algunos de los grupos no habían regresado al punto de encuentro. Al hacer un recuento, se dieron cuenta de que faltaban cincuenta niños. La preocupación comenzó a crecer entre los adultos.
Rudy Fernández, al enterarse de la situación, tomó el control. «No hay tiempo que perder. Dividámonos en equipos y busquemos a los niños. Deben estar cerca, probablemente siguiendo las pistas», dijo con determinación.
Los entrenadores, monitores y Rudy se dividieron en equipos, cada uno asignado a diferentes áreas del campus. Mientras tanto, los niños perdidos, sin darse cuenta del tiempo que había pasado, seguían emocionados por la búsqueda del tesoro, explorando rincones que no conocían.
Uno de los grupos, liderado por Rudy, se dirigió al bosque cercano al campus. Mientras avanzaban con sus linternas, escucharon risas y voces a lo lejos. Siguiendo los sonidos, encontraron a un grupo de niños en una pequeña clearing del bosque, sentados alrededor de una «fogata» improvisada hecha de linternas y contando historias de miedo.
«¡Rudy!», exclamaron los niños al verlo, sus caras iluminadas por la alegría y las linternas. Rudy les sonrió y les explicó que la búsqueda del tesoro había terminado y que era hora de regresar.
Simultáneamente, otros grupos de búsqueda encontraron a los restantes niños en varias partes del campus: algunos estaban en el gimnasio, fascinados por una colección de balones antiguos, mientras que otros se habían aventurado hasta el comedor, donde habían encontrado golosinas y habían decidido hacer un festín improvisado.
Poco a poco, los cincuenta niños fueron reunidos de nuevo en el punto de encuentro. Los padres, que habían sido informados de la situación, llegaron al campus preocupados pero aliviados al ver que todos estaban a salvo.
Rudy se dirigió a los niños con una mezcla de seriedad y alivio. «Estamos contentos de que todos estén bien, pero deben recordar siempre quedarse cerca y en contacto con los monitores. La seguridad es lo más importante.»
La noche terminó con una reunión en el gimnasio, donde todos compartieron sus experiencias y aventuras. A pesar del susto, la velada se convirtió en una de las historias más recordadas del campus, y los niños aprendieron una valiosa lección sobre la importancia de mantenerse juntos y comunicarse.
Rudy Fernández, agradecido por el resultado positivo, hizo una promesa. «El próximo año, tendremos una búsqueda del tesoro aún mejor, con más control y seguridad, para que todos podamos disfrutar sin preocupaciones.»
Esa noche, los niños se fueron a dormir con una mezcla de emociones, pero sobre todo con la certeza de que habían vivido una aventura que nunca olvidarían.